Una década de películas del MCU llegaron a su culminación con el mayor evento en el cine moderno de superhéroes (o sea, a partir de X-Men, da movie) hasta la fecha.
2. ¡Regresó Westworld! ¡Regresó Luis Miguel!
La serie premium para el público nerd está de regreso. El has been más has been de México está de regreso. ¡Nadie entiende nada! Y ambas series te manejan el brinco temporal que confunde a todos. Aunque al final los de Westworld sí tendran sentido.
3. We are Venom!
Esto es complicado. No sé como sentirme. Parece que la película tendrá los looks y la actitud. Más importante, tiene a Tom Hardy. Eso es bueno. Pero la historia podría ser horrible. La verdadera pregunta de fondo es ¿en realidad queremos una película de Venom? ¿Una película de Venom sin Spidey?
4. Esto pasó…
Falta mucho para que las Coreas sean BFFs, pero es un buen comienzo. Y todo se lo debemos a Dennis Rodman.
5. Avengers: Infinity War
Se merece otra mención porque no sólo es una cosa grande, sino que resultó ser buena. And I mean really good. ¡Véanla ya!
Suelo caminar mucho. Me gusta caminar por la ciudad para ver detalles; la ropa que usa la gente, las tiendas y puestos callejeros, la publicidad, escuchar las conversaciones ajenas. Cosas así. Creo que experimentar las calles te conecta con el presente y te permite saber un poco de lo que la gente tiene en su cabeza y cómo se mueve la cultura.
Esa pequeña afición por caminar y observar me ha llevado a apreciar también el arte urbano. Siempre presto atención a las pinturas y graffiti en las calles, pero en especial me gusta ver stickers (calcomanías o pegatinas, como sea que les llamen).
Hace años cruzaba por un paso peatonal bajo un puente; era temporada de lluvias y el agua se encharcaba en ese lugar, eso es un escenario de terror para un sneakerhead con tenis blancos, afortunadamente ese paso peatonal tenía unas jardineras por las que los flaneurs quisquillosos podíamos cruzar con el parkour más patético que ha existido. Al estar sobre la jardinera logre ver que en una trabe del puente había una calcomanía pegada. Era un blooper, uno de los calamares enemigos de Super Mario. Es uno de mis diseños favoritos en cuanto a personajes de videojuegos. En uno de sus tentáculos sostenía una pancarta que decía «-1 is forever».
Éste es un blooper.
Me pareció un dibujo genial con una buena referencia nerd, pero lo que más me agradó de encontrar ese sticker es el lugar dónde estaba; la única forma de verlo era caminar por la jardinera y me pareció como un easter egg de la vida real, porque quien la puso allí desde luego pensé en el detalle de ocultarla para que sólo la casualidad y/o la observación exhaustiva pudiesen encontrarlas. Vaya, es un detalle como de quest de videojuego.
Ese sentido lúdico de colocar stickers en las calles de una manera oculta es algo que me cautivó. Por la naturaleza instantánea de pegar una calcomanía ofrece oportunidades que el graffiti y otras formas de arte urbano no ofrecen. Es difícil ver una pinta en el interior de un edificio público, es algo complicado, sin embargo, pegar un sticker clandestinamente es muy posible. Desde luego, es una dimensión técnica distinta a la de otras manifestaciones gráficas urbanas.
El sticker es la conjunción del diseño y el ready-made; la expresión gráfica, la construcción de un mensaje y la labor material se realizan a priori, pero queda la última parte técnica/material del sticker como obra: la colocación. Pegar un sticker cuenta como técnica, puede requerir talentos ninja, además, es la última parte de un fenómeno comunicativo, pues dota de contexto a la obra: el mensaje y valor finales de un sticker son determinado por el lugar donde se pega. De allí emana ese sentido de juego que me cautivó y por el cuál ahora siempre observo con curiosidad en busca de calcomanías; es una lectura llena de complicidad, pues además del juego de busca y encuentra, al ser una obra ready-made, los permiten un trabajo gráfico más detallado que permite crear mensajes más complejos que otras intervenciones. Mientras que el graffiti se trata de una inmediatez que grita, los stickers dicen «pst, hey tú».
Desde luego, las calcomanías se pueden reproducir a gran escala y las puede pegar cualquiera, eso también implica que la divulgación de una obra puede masificarse, que la persona que las pega no necesariamente es el artista y eso hace que cualquiera pueda aportar un sentido distinto a la obra. La culminación y expresión final de la misma guarda una naturaleza de multiplicidad y accesibilidad. Aun si no podemos diseñar un sticker, puedes pegar uno o muchos con los mensajes que te interese difundir. De nuevo, juego y complicidad son parte de una construcción y diseminación de sentido.
Bueno, esta historia y explicación en realidad son sólo un pretexto para compartirles el documental Stick To It, producido por la revista Juxtapoz que en cuatro episodios explica la historia y la naturaleza de las pegatinas como arte urbano.
Cuando alguien habla de “la zona de confort” me imagino a mí mismo en una cama mágica de la eterna juventud donde tengo una dotación autorregenerable de tocino que no engorda y una pantalla con el Netflix más pro que sólo tienen las Kardashian (ese tipo de cuenta tiene tooooodas las películas que existen y autodetecta lo que quieres ver, o sea, siempre Ghostbusters, Gremlins o John Hughes) y temperatura regulada a 14°C.
Ahora, esta cama está rodeada de un piso hecho de navajas de afeitar al rojo vivo, melladas, oxidadas e infectadas con una cepa experimental de VIH creada por Corea del Norte que además de acabar con tu sistema inmunológico provoca un efecto crónico e intensificado de comezón grado pica pica en todo el cuerpo y diarrea nuclear que te mata en 10 segundos, más rápido que con la Técnica de la Palma Explosiva de Cinco Puntos de Pai Mei. Y este piso de navajas se extiende por un millar de kilómetros y después de esos sólo se alcanzan a ver agujeros negros, singularidades cósmicas de esas que destruyen la realidad y un asteroide lleno de los supervillanos más sexualmente frustrados que ha creado la cultura pop listos para torturar a cualquier forastero con el temple para recorrer el océano de navajas.
Entonces, el concepto de “salir de la zona de confort” realmente me parece algo muy, muy pendejo. ¿Por qué? ¿Por qué carajo querría salir? ¡No! Si estás en un lugar tan cómodo y genial es muy posible que hayas hecho las cosas muy bien, que mereces toda esa dicha y que eres muy inteligente. O tuviste mucha suerte. Como sea, si ya estás allí, sigue con eso de ser inteligente o comienza a serlo y quédate en la cama mágica de la felicidad. No la abandones, porque seguramente no eres Tom Cruise en Misión Imposible.
Para protegerte de las brujas nada es tan efectivo como las semillas de mostaza. Son pequeñas, portátiles y muy versátiles, pues además de ayudarte con las criaturas de la noche, son un gran condimento; todos sabemos que la maldad toma muchas formas y una mala vinagreta es sólo una de ellas. Al estar en presencia de semillas de mostaza, una bruja deberá recogerlas una por una. Es como catnip, pero para brujas. ¡Hey! Les regalo una posible idea millonaria: Witchnip. El apendejamiento que estas semillas provocan en las consortes de Satanás es tal que un buen puñado de semillas puede mantenerlas ocupadas durante horas. Incluso si la bruja que te atormenta se manifiesta en alguna forma etérea, la mostaza la obligará a asumir su forma física para realizar su su labor de pizca.
Con la bruja materializada en su cuerpo y completamente entretenida con la mostaza es fácil asesinarla con un arma fabricada con plata, echarle un balde de agua encima, o bien, si deseas capturarla, lo mejor es utilizar las siempre confiables correas de cuero salado que nunca sobran cuando se trata de combatir a los seres non sanctos.
Construir una máquina del tiempo requiere el estudio y comprensión de la composición y dinámica de los aspectos físicos más intrincados de la realidad. Supone un esfuerzo colectivo en materia de investigación teórica y experimentación que seguramente llevará años, tantos que posiblemente las grandes mentes que lo logren podrían ser los tataranietos de quienes iniciaron el proyecto. Además, los recursos económicos necesarios para conseguirlo seguramente serían equiparables a construir una o dos Estrellas de la Muerte.
Desde luego, las posibilidades que se desprenden de una máquina del tiempo funcional son maravillosas, inconmensurables. Estaríamos ante un extraordinario panorama; todo el potencial humano desplegado por fin. Sin embargo, donde realmente nos hace cosquillas el concepto de viajar en el tiempo es en la idea de regresar al pasado. Revivir los fugaces momentos de felicidad y corregir los errores que nos sacaron de ese estado de dicha.
Soy equipo ciencia al 100%, pero tal vez sería bueno que quienes realizan la encomiable labor de investigación que nos brindará el viaje temporal, tuviesen un equipo B encargado de dedicar sólo una pequeña parte de todo el mindpower de este proyecto a procurar no cagarla en primera instancia, y así evitar esas cosas que nos ponen infelices y nos hacen anhelar las máquinas del tiempo.
Desde los 10 años he envidiado la juventud ajena. Nunca quise crecer. Trágico, porque es inevitable. Crecer es frustrante. A los 10 quería tener 5 para tener mucho tiempo libre y ver Transformers y Looney Tunes. A los 13 quería tener 9 para olvidarme de las niñas que me gustaban y enforcarme en lo que realmente importa: Nintendo. A los 15… a los 15 lo pasé increíble, porque los noventa fueron fabulosos y no cambiaría nada en ese tiempo.
A los 30 estaba convencido de que no hay mejor edad que los 21, porque cumplir 30 es horrible; es cuando te percatas de como, a pesar de toda tu vanidad, llevas por lo menos 25 años cagándola en variedad de situaciones.
A los 34 ya entendí el patrón y me gustaría tener 25. Pero sólo me gustaría tener mi cuerpo de 25 años y 55 kilos, capaz de comer, sin consecuencia alguna, toda la comida chatarra que quisiera (siempre he creído que nacemos con un hoyo negro en el estómago que desintegra los Cheetos, pizza y Snickers que le arrojamos y que éste se apaga a los 26). Cuerpo de 25, porque viene con más belleza y bríos, pero me gustaría ser quien soy hoy, de entrada porque soy mucho más listo, con más información, más ropa, más estilo y chingos más de lifesmarts. Todas las cosas buenas de los tiempos jóvenes las atesoro en mi cabeza y las vivo todavía, incluidos el Nintendo (tengo como 12 Nintendos) y el hábito de ver Transformers. No he crecido mucho, solo he mejorado. Soy mucho mejor a pesar de los 34. Hay cosas sobre ser adulto que están de la cola, pero las ventajas son más, el dinero, principalmente. Y los amigos. A los 34 ya tienes a los mejores amigos, los que tendrás hasta los 64 y más allá. Los amigos, la música y la ropa bonita siempre deben ser las prioridades principales. Y las chicas… Las chicas me siguen apendejando brutalmente y no he aprendido nada al respecto, salvo que ellas están igual o peor.
Cada día pienso menos en ser joven y más en mis obsesiones, cada día me apasionan más las cosas y me encanta ser así. A muchos les parecerá que dejar caer una aguja sobre un disco de plástico o sentarse a escribir en un escritorio feo es cero apasionante, pero, hey, son jóvenes, ignorantes, tienen mal gusto y eso me hace muy fácil no envidiarlos. La juventud no es nuestra culpa y, afortunadamente, se cura.
¿Recuerdan esta imagen de hace como 10 años? Promocionaba la tienda digital de Virgin. Desde el punto de la mercadotecnia fue un recurso genial para generar conversación y visibilidad para la marca Virgin, pero creo que nunca le hicieron cosquillas a iTunes.
Ahora, una década después, los consumidores serios de música hablamos con mayor frecuencia de las ventas de vinilos que de la música digital. Spotify ha cambiado mucho las cosas y ahora contamos con mucha información de la música que la gente escucha, pero no sabemos mucho de su comercialización. El negocio es distinto; pagamos por música en vivo, merch y algunos pocos gastamos en formatos y ediciones de lujo, pero la mayoría de la gente sólo siente antojo de una canción y va a su barra de búsqueda, clic, clic, play y listo. El peso simbólico de no pagar por la música, sino por un canal de distribución, es grande. En mi opinión, la música pierde valor como institución sociocultural; es más accesible, tiene mayores alcances, pero significa menos.
Ustedes díganme que tan importante, significativa, divertida o descifrable sería una imagen así con bandas y artistas post-2005.
The problem with youth is that it comes bundled with ignorance and insecurities. It takes years to declutter yourself, to rinse and strain all the shit, all the roles and expectations society imposed on every one of us by default. People want you to become the posterchild of whatever inane trend-of-being is currently considered cool. To be awesome you just have to don’t give a fuck. It’s hard work to not care. Most of us just ride the merry-go-round with them sheeps. Cause that way you don’t have to deal with your own decisions; decisions that may be retarded and prove yourself as an indisputable turd. But you will be a turd of your own and you will live your own particular brand of turdness. Living that way tickles. All the time. It feels awesome to be awesome. And you feel a shitstorm inside you when you betray yourself, that in reality it is, tee-hee, constantly happening. You learn to escape the stage and you learn to take a vow. You learn that awesomeness is not a constant but a pulsating stage. Sometimes blackholish and sometimes supernova. But you don’t know that when you’re young. So you stay a wanker and piss it all until your prime is long gone. Is “youth wasted on the young”? Not wasted but underenjoyed. The young doesn’t take the time to taste a sip of water, they want to ride the tsunami. They’re not sex, they’re cum shots. Of course, all of this might seem like an old fart’s rant, a word-wielding has-been jealously judging from the last row. But I know. I know how it feels and I know you’ve felt it too. And sometimes, if not always, you think like me. Given the chance and, boy, I would take it, as I am now, I would make an awesome teen. I would supernova that shit to oblivion.