Construir una máquina del tiempo requiere el estudio y comprensión de la composición y dinámica de los aspectos físicos más intrincados de la realidad. Supone un esfuerzo colectivo en materia de investigación teórica y experimentación que seguramente llevará años, tantos que posiblemente las grandes mentes que lo logren podrían ser los tataranietos de quienes iniciaron el proyecto. Además, los recursos económicos necesarios para conseguirlo seguramente serían equiparables a construir una o dos Estrellas de la Muerte.
Desde luego, las posibilidades que se desprenden de una máquina del tiempo funcional son maravillosas, inconmensurables. Estaríamos ante un extraordinario panorama; todo el potencial humano desplegado por fin. Sin embargo, donde realmente nos hace cosquillas el concepto de viajar en el tiempo es en la idea de regresar al pasado. Revivir los fugaces momentos de felicidad y corregir los errores que nos sacaron de ese estado de dicha.
Soy equipo ciencia al 100%, pero tal vez sería bueno que quienes realizan la encomiable labor de investigación que nos brindará el viaje temporal, tuviesen un equipo B encargado de dedicar sólo una pequeña parte de todo el mindpower de este proyecto a procurar no cagarla en primera instancia, y así evitar esas cosas que nos ponen infelices y nos hacen anhelar las máquinas del tiempo.