La primera niña que me gustó se llamaba Nora. Olía a eso que huelen las niñas que te gustan. Nunca se ponía el suéter del uniforme de la primaria, en lugar de eso llevaba uno blanco con un Alf todo deforme bordado al frente (les hablo de 1988 y Alf estaba hot as fuck en la cultura pop). No lo sabía en ese entonces, pero era una misfit y seguramente por eso me gustaba. Nos sentábamos juntos, porque primaria pública y a la menor oportunidad platicábamos de Voltron y Los Verdaderos Cazafantasmas, que eran los temas de nuestras respectivas loncheras, y de otras caricaturas.
Mis compañeros de ese entonces me daban una flojera tremenda, pero me entusiasmaba ir a la escuela para hablar con Nora. Sólo conviví con ella por un año porque después me adelantaron un par de grados y ya no fuimos compañeros. Años después me hice amigo de su hermano porque jugábamos mucho Street Fighter juntos y la reencontré. Se había convertido en una anodina fan de Fey y ya no olía a eso que huelen las niñas que te gustan. Con Nora comenzó mi preferencia por la compañía femenina y descubrí todas esas sensaciones raras e incómodas de cuando te atrae alguien. Y que siempre es bueno tener a alguien para hablar de la mierda rara que te gusta. Qué les puedo decir, todavía me gustan las mujeres que ven caricaturas y hablar de eso con ellas.
“La química humana es un misterio y no lo entiendo, algunas personas… simplemente se sienten como estar en casa”. Eso dice Nick Hornby en High Fidelity. Tiene razón. Algunas personas se sienten como estar tirado en tu cama, en tu cuarto, en la tardía mañana de un domingo mientras ves T.V. Algunas personas realmente se sienten como estar en casa. M. se sentía como estar en casa.
Mi historia con M. es a la vez muy simple y muy compleja. Es muy larga, de muchos años… Pero nuestro tiempo juntos no fue mucho. No sé si M. es la gran chica que se fue. No lo sé. No sé si ese fue su rol en mi historia. Sería entonces uno de mis más grandes errores. No puedo recordarla así. Me niego a asumir que mi relación con M. fue algo que debo recordar con tristeza. Claro, tal vez no es cosa de percepciones. Tal vez la cagué monumentalmente y ella es la gran chica que se fue.
No sé cómo describir nuestra relación. No sé lo que fue. Había mucho amor allí, aunque creo que eso lo supe mucho después. Demasiado tarde. Había una gran amistad y una profunda admiración mutua. Y creo que ambos éramos felices cuando estábamos juntos. La primera canción que escuchamos juntos fue “Los Calientes” de Babasónicos. No creo que M. recuerde eso. Yo sí, porque recordar todo es mi maldición.
No olvido y ya saben… Soy cursi y esas cosas. Antes de M. creí haber estado enamorado una vez, luego supe que era confort y obsesión, no sin antes pasar por años de drama. Creo que M. fue la primera chica de la que me enamoré, aunque no lo sabía en ese entonces. Con el tiempo lo entendí. Demasiado tarde.
M. y yo hablamos mucho. Nos conocimos, creo, en una etapa muy pretenciosa. Hablábamos sobre psicología, filosofía, literatura, danza, drogas, nos contábamos historias. Me agrada mucho hablar. Me agrada mucho escuchar. Siempre busco eso y pocas personas han resultado tan estimulantes para mí como M. Cuando estábamos juntos hablábamos. Hablábamos y nos tocabamos. Eso. Por horas. No hacíamos otras cosas. Sólo conversábamos y dejamos que nuestros cuerpos se acercaran, por horas. Puedo decir que mi relación con M. ha sido la más estimulante que he tenido, intelectual y sexualmente.
Había algo muy intenso entre nosotros y creo que nunca existió ese periodo de inseguridad e incomodidad que a veces sientes con algunas personas. Nuestro acercamiento sexual fue, simplemente, muy natural, sin prisas, ni presión, pero también sin incertidumbre y eso fue muy satisfactorio. Una de las imágenes más eróticas en mi memoria es el rostro de M. alejándose de mí lentamente, después de besarnos sin parar por minutos que parecían horas. Mi rostro acababa entumecido por tanta acción. Y ella se quedaba en pausa por unos segundos con los ojos cerrados y los labios entreabiertos y una respiración suave pero intensa. Sabía que me deseaba tanto como yo a ella. “Son preciosos nuestros besos a las afueras del pueblo” dice una canción de Iván Ferreiro (S.P.N.B.). Cuando recuerdo a M. siempre pienso en esa canción. Hasta hoy creo que los besos deben sentirse como se sentían los besos con ella; mi idea de cómo se debe sentir acariciar unas piernas es lo que sentí al acariciar las suyas… That’s the gold standard. Me gustaría tener el talento de Caitlin Moran para describir lo épico de esos besos; creo que fueron el equivalente en mi vida a cuando Dolly Wild pierde su virginidad en “How To Build A Girl”. How to build a dream girl, en mi caso.
Sólo les cuento las cosas como las sentí. No es que se trate de la gran historia o que nuestra relación tuviese algo de especial, no era The World’s Ultimate Relationship! Aunque así se sentía para mí. Y antes de que crean que esto es creepy, les aseguro que no es una obsesión psicópata, al contrario, M. y yo somos buenos amigos y por años hemos hablado de cómo nos sentimos y de lo que pasó entre nosotros. Simplemente fue la relación que para mí definió cómo quiero sentirme emocional y sexualmente al estar con una pareja.
La mayoría de las veces tenemos sexo superficial. No, no me malentiendan, no me refiero a una visión rosa en que el sexo deba ir de la mano de un incalculable amor romántico a lo Hollywood. Le llamo sexo superficial a esas veces en que usamos (usamos es la palabra clave) a otra persona para descargarnos, en que no buscamos compañía de verdad, sino solo un pedazo de carne para frotarnos, que podría ser cualquiera. Nos usamos sexualmente. Nuestras hormonas y nuestra cultura a veces nos obligan a tener sexo muy superficial y eso no está mal, para nada, a veces es justo lo que necesitamos, pero esa podría ser una mejor experiencia si nuestro medio sociocultural no nos hiciera tan torpes para comunicarnos en ese sentido; la sexualidad se pervierte por la hipocresía y la falta de comunicación. Eso nos hace egoístas, eso complica el sexo, eso crea esas desdeñables relaciones de poder, los complejos, las culpas y finalmente trunca la experiencia compartida que debería ser la sexualidad. En ese nivel de egoísmo, el sexo es desprovisto de cualquier emoción real, de reconocimiento y empatía… Es masturbarse con un prop viviente. Eso ya no me satisface. Creo que hay un nivel más pleno en el que realmente conectamos sexual y personalmente con alguien, cuando realmente nos sentimos como en casa debido a esa misteriosa química de la que habla Hornby.
Hay un nivel de sexo en el que damos un paso más allá de esa superficialidad. En ese nivel dejamos de acompañarnos de objetos sexuales y convivimos como sujetos sexuales. En ese nivel encontramos comunión y reciprocidad. Un auténtico deseo mutuo. Ese es el nivel del que hablo. De esa experiencia que va más allá del “estoy cogiendo” y llega al “estoy con esta persona que me encanta porque representa el ideal de las cosas que deseo y de las que quiero ser parte en este momento”. Y tú representas lo mismo para esa persona. De otro modo no funciona. Sí, suena raro, un poco cursi y profundamente idealista. Pero a veces ocurre, aunque son pocas veces y no siempre lo valoramos. Creo que M. y yo estuvimos en ese nivel sin darnos cuenta. Igual que todo con ella, lo entendí después, muy tarde.
De nuevo, esto no necesariamente implica una relación amorosa, pero sí una relación de profundo respeto, admiración y deseo de bienestar para tu acompañante. Antes de M. yo ya tenía algo de experiencia: conforme la fui conociendo me di cuenta de que había algo en ella que me brindaba una satisfacción distinta y desconocida hasta ese entonces para mí. No es que las chicas con las que estuve antes no fueran especiales, de hecho las recuerdo con cariño, fue un periodo muy especial en mi vida, pero nunca sentí ese nivel extra de satisfacción. Incluso LA GRAN EX estuvo antes (y después), pero no, ella no se sentía como estar en casa.
Todos tenemos una idea distinta de lo que “debe” ser el sexo. Nuestras expectativas están basadas en un conjunto de paradigmas personales, emocionales, estéticos, sensoriales, afectivos, culturales… Un modelo de modelos sobre la experiencia sexual y eso desde luego incluye a las personas que nos acompañan, su personalidad, sus intereses, obsesiones, la cultura que contienen, sus cuerpos y cómo se comportan. Lo que yo esperaba del sexo lo encontré en M. Su respiración, su movimiento, la humedad de su boca, la carnosidad perfecta de sus muslos, todos sus sabores… Lo que me hacía sentir como en casa es el hecho de que casi puedo asegurar que M. sentía lo mismo. Esa reciprocidad es lo que redondea la experiencia, lo que la hace única. Sé cuando le gusto a alguien (ajá…), sé cuando alguien quiere coger conmigo, pero la aceptación y deseo que sentía con M. iba más allá de eso. Seguramente eso le parecerá poca cosa a algunos, pero no, no es algo común. Simplemente no reparamos en ello, pero la mayoría de las veces, cuando estamos con alguien no lo hacemos por lo que esa persona es, sino a pesar de lo que esa persona es. Piénsenlo y les apuesto a que varias de sus relaciones han sido así. Querer estar con alguien por todo lo que es no es poca cosa, al contrario, es un jodido tesoro.
¿Y qué falló? Que la vida es más que cariño y sexo. Las circunstancias cuentan y cuando eres tan joven no importa cuán bien te sientas, cuánto placer recibes, siempre ambicionamos tener más y encontrar cosas nuevas. Cuando eres tan joven el presente nunca basta, porque, pues, no sabes nada, no conoces el valor de nada. Y eso tampoco está mal. You learn. Pero en eso de aprender, echas a perder cosas y yo eché a perder las con M.
¿Me he sentido como en casa con otras mujeres después de M.? Sí, un par de veces. Ese otro par de relaciones significativas que he tenido prosperaron por un tiempo, en parte gracias a esa química que va más allá de la química. Y no me quejo de las cosas fugaces, pero prefiero algo más allá de eso… Ya no me interesa tener fuckfriends, sino friends who I can fuck with. Si no hay amor, si no existe la intimidad y esa indefinible compatibilidad, incluso así deseo que la atracción sea complementada por la amistad. Aunque la cosa se trate de puro sexo, prefiero sentir que conozco a esa persona y que al menos la estimo en cierto grado. Por lo mismo no me gusta jugar con esas situaciones, no me gusta ese juego de seducción engañosa, me gusta ser directo y que las chicas que compartan un momento conmigo sepan de qué se trata y que deseen lo mismo. Aceptación y deseo mutuo en cierto grado, aunque no se sienta como estar en casa.
La pasión es una de las cosas que caracteriza mi vida. Desde mi trabajo hasta la limpieza de mis zapatos; dedico, fervorosamente, casi el cien por ciento de mi tiempo a cosas que me apasionan y por eso hoy me siento más satisfecho que nunca y si voy a compartir mi tiempo y mi cuerpo con otra personas me gusta sentirme apasionado por ella también, ya sea por todo lo que representa o sólo por su cuerpo. Necesito lujuria con causa, lujuria en comunión. Necesito conversación de esa que desaparece el tiempo y risas incontrolables, a esa mujer necesito respetarla, admirarla, necesito disfrutar de su rostro y su cabello, necesito porte y estilo, necesito sentir que disfruta mi compañía, necesito que comparta sus pasiones. Necesito que me cautiven sus ideas y sus gestos antes de que me cautive la idea de quitarle la ropa. Coger por coger, “fucking for the review” como diría Caitlin Moran… Aunque a veces sea la única forma de alejarse de la soledad, aunque veces sea necesario… Creo que eso ya no es para mí. Ja. Eso no es una queja, al contrario, lo agradezco. Eso le debo a mi querida M. a quien siempre recordaré como mi hogar.
No hay forma de plantearlo amablemente. Voy a contarles sobre sexo y fluidos corporales.
Hace unos años tuve una relación (fugaz y destructiva, como casi todas mis relaciones) con una chica de la que no daré más detalles que estos: era directa y enérgica. A pesar de que pasaron años para que ocurrieran cosas entre ella y yo, una vez que conectamos fue fácil ir al grano, straight to the fucking.
Por la personalidad de ella y nuestra historia, sabía que iba a ser algo intenso, pero no esperaba sorpresas. El único consejo sobre sexo que me atrevo a dar a cualquiera es: si quieres pasarlo bien comunícate con tu compañera o compañero y no seas egoísta, pon dedicación a que lo pase bien y ambos estarán satisfechos. Ese es mi mantra y lo era en ese momento, quería hacer un buen trabajo y lo estaba logrando, la chica estaba a punto de tener su momento. Pero, de repente, holy fucking cow! Digamos… Es como si yo hubiese estado haciendo un dibujo muy chulo de Batman, pero ella reaccionó como si fuese el jodido Guernica.
Al momento en que la chica “llegó”, se quedó inmóvil un segundo, entonces sentí dentro de ella una contracción muy fuerte y después… ¡Tsunami! And I mean it. La cama quedó empapada. Se dio cuenta de que me sorprendí, entonces dije, con cara de idiota, “eso es nuevo”. Mientras seguíamos en lo nuestro me contó que cuando se “venía bien” pasaba eso y me preguntó si nunca había conocido a alguien como ella. Había visto muchos tipos y grados de humedades, pero nada como eso, no en vivo al menos (más adelante les contaré sobre porno). Les hablo de un chorro robusto, como si se hubiera derramado un vaso de más de medio litro de agua. Ese fue mi primer encuentro con la mítica SQUIRT QUEEN.
“Squirting” (o el menos usado gushing) es como la pornojerga ha bautizado este espectáculo de secreción. Desde esa denominación, el tema se vuelve controversial, pues se trata de un evento más complejo de lo que parece. ¿Cómo se sintió? La primera vez me sorprendió y fue raro, pero bueno. Muy bueno. Todo el proceso es disfrutable (¿o no?). Las contracciones que preceden la liberación del líquido se sienten muy bien, intensas. Y el squirting es muy placentero durante la penetración; combina, obviamente, mucha humedad, calor, presión y movimientos inusuales. Simplemente es rico. Y es muy reconfortante ver y sentir que la chica lo está pasando muy bien (¿o no?), eso te da una satisfacción y plenitud personal muy cool. Digamos que para mí fue como recibir fuegos artificiales y fanfarrias por un trabajo bien hecho. Tuve sexo con esa chica muchas veces y la mayoría de ellas el squirting apareció; algunas no, pero eso no afectó la química sexual, aunque sí despertó mi curiosidad sobre cómo funciona ese asunto.
El squirting es el término global usado para describir la expulsión de fluido vía uretral al momento del orgasmo femenino (cosa discutible). En español, y también de forma prominente en inglés, se le llama “eyaculación femenina”, una nomenclatura que, aunque no podemos acusar de ser completamente incorrecta, es debatible, sobre todo si consideramos el origen de la “eyaculación”, las variantes que presenta y los distintos enfoques para estudiar la sexualidad femenina. En este punto la trama se complica. En la sexualidad masculina, la progresión estimulación-orgasmo-eyaculación es algo muy lineal (porque nuestra cultura la ha limitado a eso, pero eso es otro problema). La mujer es fisiológicamente más compleja en este aspecto; los procesos y movimientos genitales, las secreciones y las reacciones corporales son mucho más variadas de las que presenta el viejo Stiffy. El squirting no es un proceso análogo a la eyaculación masculina, pero sí hay algunos aspectos que los equiparan y por eso la confusión y debate.
Dos preguntas parecen ser el centro de este tema: ¿por qué ocurre el squirting y qué demonios es ese líquido? Lo que más me sorprende es que aún hay aspectos de nuestra sexualidad y nuestros cuerpos que desconocemos casi por completo, considerando los treinta mil años de historia humana y lo obsesionados que estamos con la cogedera. Al tener sexo, las mujeres secretan fluido lubricante y flujo, no big news there, éste último en particular cambia de acuerdo al estado físico y hormonal de la mujer, su alimentación, el momento de la relación sexual en que se encuentra, su ciclo menstrual y muchos otros factores. Durante los momentos más intensos del coito y al alcanzar un clímax, muchas mujeres liberan una cantidad más abundante de flujo, muchas veces con mayor espesor, algo que también se ha mencionado como “eyaculación femenina”, de hecho, es la reacción que más se asemeja a la eyaculación y es, por mucho, la más común.
En una sesión sexual “regular” es común ver mezclas y variantes de esta fiesta de miasmas. El squirting es algo distinto. Es completamente líquido y casi transparente; por prominente y ralo que sea el flujo, el líquido expulsado durante el squirting es otra cosa. Las últimas semanas he leído mucho al respecto y hay muchas opiniones y posturas, pero les contaré, con muy poco rigor, únicamente de las fuentes científicas que encontré.
Niñas y niños, tienen que saberlo, el squirting es pipí. Sí, lo es. No importa si son squirters y les gusta chorrearse o si son compañeros de una squirter y les gusta ser chorreados. Bienvenidos al club de la Gran Ola Dorada. Cuando les pregunten si han participado en actividades sexuales consideradas como parafilia ya pueden marcar la casilla de “golden shower”. Se siente rico, ¡pero es pipí! Es una gran puesta en escena, ¡pero es pipí! Bueno, exagero mucho, el squirting podría ser una forma muy diluida de orina, de hecho, sólo contiene agua y una mezcla de componentes tanto de la orina como del flujo regular (antígeno prostático y las otras sustancias de ese club); NO contiene amoniaco, por lo que no tiene olor. A mí me gusta extender el tecnicismo y decir que es pipí porque es más divertido, escandaloso y me gusta ver arder al mundo. Lo que pasa es esto: con la estimulación adecuada, las squirters realizan un proceso acelerado de absorción de agua hacia la vejiga y luego la expulsan involuntaria y enérgicamente a través de la uretra. ¡Squirt! Este proceso fue desenmarañado por un estudio publicado en el Journal of Sexual Medicine en 2014: por medio de ultrasonidos se verificó la cantidad de líquido en la vejiga de un grupo de squirters en reposo (vejiga vacía), después de una buena estimulación sexual (vejiga llena) y después del squirting (otra vez vejiga vacía). ¡Pum, ciencia!
Así que es pipí light, ¿pero por qué unas mujeres sí y otras no? Al parecer tiene que ver con dos cosas: la capacidad retentiva de la vejiga y la sensibilidad de las glándulas parauretrales. Éstas últimas son también conocidas como glándulas de Skene y se encuentran alrededor de la uretra y el tejido clitoriano. Algunas investigaciones señalan que son cuerpos endócrinos a partir de los cuales se forma la próstata masculina durante el desarrollo embrionario cuando está presente el cromosoma Y, sin el cual, éstas permanecen como vestigiales (recuerden, panitas que ya olvidaron la educación básica, que tras la concepción todos comenzamos como dudettes y luego algunos nos volvemos dudes). Aunque no está comprobado al 100%, las investigaciones señalan que el squirting es provocado por la estimulación de las glándulas de Skene cuando estas y la vejiga son muy sensibles. Es decir, cuando una chica posee estas condiciones se puede convertir en una squirter, por medio del frotamiento externo o el contacto intravaginal de las glándulas de Skene, cosa que perfectamente puede ocurrir cuando la squirt queen decide visitar su propio parque de diversiones o durante el viejo mete-saca. O sea que mi Guernica, bueno, no necesariamente lo fue; mi killer joke… Digamos que en el mejor de los casos fueron un par de buenos chistes (¡siempre están bien! Je, espero…) y tuve un buen público.
En los últimos años el squirting ha ganado notoriedad gracias a su reiterada aparición en la pornografía gonzo (esto es cuando la cámara presenta el punto de vista de un espectador/personaje, que puede ser el director o no, no participante en el acto; debería hacer un post sobre subgéneros del cine porno, ¿no?). Algunas pornstars, como Flower Tucci o Jenna Presley se posicionaron en el gusto de los pornófilos debido a la facilidad para ejecutar ese ballet acuático. Aunque no se ha convertido en parte integral del porno mainstream, el squirting ha encontrado su lugar como una práctica de nicho, que, al igual que muchas otras, tiene a una fiel legión de seguidores que justifican que se incluya a alguna squirt queen en algunas producciones.
Ella es Flower Tucci.
Muchas personas, medios de comunicación e incluso presuntas instancias científicas se han encargado de establecer una equivalencia entre squirting y eyaculación femenina. De entrada, eso responde a un intento de análisis para comprender la sexualidad femenina desde la masculina; no pretendo tratar de desenmarañar los problemas de género que rodean al squirting, pero sí quiero mencionar que existe de fondo una fijación por encontrar correspondencias a la sexualidad masculina que nuestra cultura ha moldeado en la femenina. Permítanme hacer una aseveración sin fundamentos, pero creo que eso es porque socialmente se acepta el sexo en el hombre como un mecanismo de placer, pero en la mujer tiene implicaciones primariamente funcionales, entonces, se busca explicar fisiológicamente la existencia de esa dimensión erótica-ideal de puro placer en la mujer (eye roll). Ya saben, los hombres que tratamos de explicar todo desde la óptica de los hombres, queriendo que las cosas funcionen como los hombres estamos acostumbrados, porque otros hombres lo han hecho así desde que el hombre es hombre. Y por eso, sólo podemos estar seguros de que “logramos” hacer que una mujer lo pase bien si le sacamos el juguito. Además, por culpa de la cultura reprimida en la que vivimos, seguimos creyendo que las mujeres que disfrutan del sexo libremente no existen.
La sexualidad masculina, bueno, toda la sexualidad en el medio social, está sumamente limitada y controlada por los distintos sistemas socioculturales en los que estamos inmersos. Algunos opinan que las dimensiones sexuales de una persona deben ser puramente físicas, otros que necesariamente deben tener un componente emocional, otros creen en una gran variedad de factores sociales, eclesiales, morales, estatales y demás, que regulan nuestro comportamiento sexual; los medios de comunicación nos dicen que coger y eyacular por doquier es lo más importante en la vida y que si no es tu prioridad y no te exprimes los genitales en la entrepierna de alguien más cada 3 días, fracasaste como humano… Y todo eso es basura. Olvidan que somos personas, que nuestras experiencias individuales son válidas y que cada quien tiene un contexto, tiempo y circunstancias; claro, si tienes las pelotas hinchadas de semen que no ha salido en semanas, es posible que sólo sientas la necesidad de que alguien te ayude a tirar fluidos sin siquiera saber su nombre, pero en otra ocasión tal vez necesitarás compañía, plática, un abrazo y que alguien te toque para sentirte apreciado. Nuestras necesidades y urgencias son distintas de persona a persona y constantemente cambian.
Es una gran limitación que el sexo en nuestra cultura se encuadre al guión básico de foreplay, penetración y eyaculación. Y me parece frustrante y peligroso para nuestra plenitud personal, que se ponga al cumshot como cereza del pastel, como símbolo de la realización sexual de una persona. Nadie debe esperar crear un Guernica, sólo pasarlo bien (incluso con uno mismo), disfrutar la compañía de otra persona y procurar que esa persona también lo pase bien. Just that, IMHO. Pero, internet es para los gatos y el porno, y eso ha derivado en la mitificación del squirting, pues mucha gente lo ha tomado como que se trata del máximo grado de placer; las mujeres quieren sentirlo, los hombres provocarlo. La verdad es que el squirting es una cuestión de circunstancias y por lo mismo no deberíamos de tomarlo como un indicador de satisfacción. Es una condición fisiológica que no necesariamente significa más placer para las mujeres y mucho menos para los hombres; será difícil hacer una demostración científica que pueda comprobar que el squirting se traduce en orgasmos más intensos o plenos. Incluso puede pasar desapercibido por completo. Vamos, el squirting y el orgasmo pueden ser eventos separados, simplemente es algo que ocurre simultáneamente para algunas chicas. Y es lo mismo en el caso para el otro tipo de presunta eyaculación femenina (la del flujo intenso y espeso), el hecho de que se presente no indica necesariamente mejores orgasmos (u orgasmo alguno), más satisfacción o una mejor experiencia.
Lo repito, si les preocupa que su pareja o compañera sexual lo pase bien, la comunicación es lo más importante. Muchos fantasean con encuentros espontáneos con una dinámica increíble que nos deja alucinando. Francamente, ese tipo de encuentros son los menos. El buen sexo se construye; es, después de todo, una forma de conocer a otra persona e interactuar con ella. Y no se trata de un discurso ñoño; algo tan simple como hablar con tu acompañante sexual puede ayudar a ambos a obtener exactamente lo que quieren, a expresar esas cosas kinky que no han podido salir o a descubrir nuevas prácticas. A la Squirt Queen de esta historia no le gustaba recibir sexo oral, lo intenté un par de veces y se negó. Así que después lo hablé con ella y resultó que lo que no le agradaba era regresar el favor. Desde luego, le expliqué que no se trataba de ojo por ojo, que es algo que a mí me gusta hacer y no tenía que corresponderme. And after that I ate her as I pleased. Hablen y cogerán mejor, tan simple como eso.
Lo maravilloso de este tema es que a partir de una pequeña anécdota sobre cómo una chica se orinó sobre mí, se pueden desprender estas reflexiones y más. Mientras me informaba sobre los aspectos físicos del squirting encontré muchas líneas de análisis y opiniones sobre el tema y vale la pena mencionarlas. De algunas se desprenden puntos en los cuales es interesante pensar y sobre otras es interesante preguntarnos por qué la gente se toma el tiempo de pensar en esas cosas:
Hay quienes dicen que todo el tema del squirting responde a un proceso de masculinización del orgasmo femenino para oprimir aún más la condición femenina.
Hay quienes dicen que todo el tema del squirting responde a un proceso de sexualización de la uretra (si les parece una locura tengo dos palabras para ustedes SEXO ANAL).
Hay quienes quieren demostrar que el squirting no es una eyaculación femenina, sino que se trata de orina (como en el chascarrillo de este post). Un grupo feministoide está en eso porque quiere que se separe la sexualidad femenina de las correspondencias masculinas. Un grupo machista quiere demostrar lo mismo para demostrar que la sexualidad femenina es primordialmente funcional y que la eyaculación es una expresión puramente masculina.
Otros grupos machistas quieren demostrar que cualquier tipo de características sexuales análogas entre hombres y mujeres (incluyendo el squirting) son inexistentes, esto para negar el origen común en nuestra estructura fisiológica.
Hay grupos que ven el squirting como un símbolo de empoderamiento sexual de la mujer.
Hay grupos “anti-penetración” (no entendí por qué razón) interesados en demostrar que las funciones físicas relacionadas con el placer sexual femenino son idealmente exclusivas de la genitalia externa y que la penetración debe ocurrir únicamente para la reproducción.
Hay grupos que ven el squirting únicamente como otro aspecto del sexo susceptible a una explotación comercial.
Hay grupos de aficionados al squirting que quieren demostrar que NO se trata de orina porque, ew, qué asquito.
Hay grupos de aficionados al squirting que quieren demostrar que SÍ se trata de orina porque quieren graduarse oficialmente al golden showering.
Hay grupos morales, religiosos y políticos en contra del squirting por considerarlo una práctica obscena y nociva para el tejido social.
Hay squirters interesadas en que se demuestre que no es orina para no sentirse reprimidas socialmente o “higiénicamente comprometidas”.
Hay squirters que desean saber si es orina para determinar si deben buscar ayuda médica por un problema de incontinencia.
Y hay muchos más enfoques y cuestionamientos que los anteriores. Es maravilloso todo lo que podemos pensar a partir de dos trozos de carne que se frotan y un chorro de líquido blanquecino. Nuestra existencia es tan exageradamente simbólica que las circunstancias corporales de una mujer se convierten en un terreno de lucha ideológica a partir de lo que nos inventamos como sociedad sobre el funcionamiento del mundo. Eso puede ser una mierda si se arroja algún tipo de condena o prejuicio social sobre un grupo de mujeres por algo que puede ser tan fortuito como tener un pie más grande que el otro.
Esta publicación surge de una amiga que indagaba sobre lo que pensamos los hombres del squirting. La verdad es que no lo sé. El dicho popular es que para cada roto hay un descosido y en internet hay muchos descosidos a los que les atraen las manifestaciones chorreantes de placer. Las squirt queens que han sido mis compañeras sexuales lo pasaron bien conmigo (estrellita en la frente para mí), yo lo pasé bien con ellas y me hicieron descubrir sensaciones nuevas; si se trata de pipí o no es realmente cuestión de tecnicismos y mi opinión sobre este fenómeno y las mujeres en las que se presenta no cambia con la información que tengo al respecto, ni con los múltiples puntos de vista al respecto que ahora conozco. Yo lo pasé muy bien. Simplemente se trata de las circunstancias físicas de algunas personas y de un hecho comprendido por la vivencia de su sexualidad. Algo tan simple como la gente que no se puede venir si le da frío en los pies (eso es algo que existe y por eso mucha gente coge con los calcetines puestos).
Hombres, no sean imbéciles como solemos serlo; así como las chicas toleran todos esos problemitas como que no se les para, que tardan horas en terminar, que terminan en tres segundos, así deben tolerar si una chica se moja más de lo normal. Y ya, no significa nada más que eso. No deben acusarlas de nada; ni de freaks, ni de ninfómanas, ni de bichos raros. Es sólo una mujer con posibilidades sexuales más allá de lo convencional. Mujeres, no dejen que las juzguen si esas son sus circunstancias; que eso no las detenga de follar y disfrutar sólo porque tal vez tendrán que lavar las sábanas más seguido. Un hombre que las etiquete, exhiba, reproche o juzgue por ser una squirter simplemente no merece su compañía.
Desconocemos mucho de nuestros cuerpos. Casi todo por culpa de prejucios y construcciones sociales arcaicas y restrictivas. Está en nosotros sacudirnos esas telarañas de la cabeza para poder disfrutar de algo tan esencial y presente en nosotros como el sexo. El punto de partida es tener la cabeza limpia y conocernos para saber qué nos echa a andar y ser más felices, porque de eso se trata todo. Así que, chicas, chicos, échense una mano o dejen que alguien les eche una mano. Aprendan a pasarlo bien y luego pásenlo bien hasta el fin de sus días.
Si me conocen, saben que estoy en contra de los roles, convencionalismos, imposiciones, preconcepciones y estereotipos sociales. Uno de ellos es la presunta hipersexualidad masculina. Ya saben, esa idea de que los hombres somos bestiales sacos de testosterona que se follarían hasta a un ente lovecraftiano con tal de satisfacer sus pulsiones intrapierniles. Muchos se escudan en ese estupidísimo mito para ser unos douchebags y ojalá que las cosas no pasaran de unas cuantas infidelidades, pero ese tipo de ideas son parte de lo que perpetúa el machismo en las relaciones interpersonales y ciertos tipos de violencia de género, además de que son base de la pésima y ridícula educación sexual que recibimos socialmente en México.
No me malentiendan, esta publicación no se trata de feminismo o anticonformismo (aunque respaldo ambas cosas), ni de condenar el exceso de sexualidad. Sex rocks. Y si puedes follar mucho, increíble, pásalo bomba. We all get really horny. Sólo estoy en contra de una nociva idea preconcebida que dicta cómo debe ser y comportarse un hombre y eso, desde luego, afecta también a las mujeres. No obstante, en el fondo del estereotipo hay una circunstancia biológica que parece detonar todo este asunto: los penes se encienden solos.
Trigger-happy, llaman los angloparlantes a una persona armada a la que le da por echar bala a la menor provocación. Se le va la sangre a la cabeza, o en este caso, al tejido cavernoso del apéndice con más apodos. El hecho de que la genitalia masculina sea externa provoca que sea muy, muy susceptible a ser estimulada físicamente. Y no sólo eso, porque esa estimulación tiene un fuerte componente psicológico y emocional. Un rozón de rodilla con alguien que te gusta o un mero pensamiento pueden ser suficientes. A los hombres nos echa a andar cualquier cosa y eso nos lleva a pasar por algunas situaciones complicadas en las que no tenemos una jodida idea de cómo comportarnos y en muchos casos nuestras parejas no nos han ofrecido la retroalimentación para saber cómo afrontar esos incómodos momentos de firmeza involuntaria. Expongo a continuación algunos de ellos e invito a quienes lean esto a que comenten qué opinan, qué otros escenarios hay y qué se les ocurre para ayudarnos a superar esos episodios con cierto grado de decoro y con ello fundar las bases de la etiqueta eréctil.
VIS A VIS
Antes de iniciar una relación lo más común es que haya un periodo de conversación y flirteo. Ya saben, donde ocurren las interacciones cotidianas en las que surge la presunta química. A veces esto prospera, a veces no. A veces hay una obvia tensión sexual, a veces sólo es deseo unilateral. Y a veces con eso basta para que el sr. Troncoso haga su aparición. Sólo ver y escuchar a esa persona que te gusta puede ser suficiente para que tu sistema endócrino mande las señales para que todo entre en marcha… Y hasta allí, porque esas cosas pasan en un café, restaurante, en la escuela y en los lugares menos adecuados para el mambo horizontal (además, no vivimos en una producción de Wicked Pictures como para que eso sea pretexto suficiente para que ocurra el viejo mete-saca).
Todos pasamos por esto, pero a algunos nos descubren, ya sea por el avistamiento de la “tienda de campaña” o por el sutil gesto del cruce de pierna y allí comienza la paranoia. Ese leve grado de horniness se mezcla con los nervios producto de que la persona que te gusta haya visto la prematura erección que te provocó y eso, sin duda, te hará trastabillar un poco. Tal vez la persona frente a ti pensará que estás muy necesitado de acción, que sólo te interesa coger o especulará sobre las posiciones de contorsionista en que te imaginaste su cuerpo y entonces se crea un círculo vicioso de incomodidad. Si te descubren, seguro habrá un silencio y algunas traicioneras miradas de reojo, si no, eres un ninja. En cualquiera de los casos, relájate, respira lento y espera a que pase lo peor.
EL ESCARCEO LIGERO
Por ligero me refiero a no pasar de la primera base. Sólo besos, nada contacto piel con piel. Pero a Mushroom Head no le importa eso. Él se considera invitado con mucho menos. Para mí esta situación ha tenido resultados mixtos; a algunas chicas les ha parecido el pretexto perfecto para cerrar el trato y para otras ha sido una alarma que les avisa que deben escapar.
En una de esas ocasiones ni siquiera había un escarceo activo; hace muchos años en una sesión de spooning y películas mi pene decidió que Gangs of New York era muy aburrida y dijo “hola” bajo varias capas de tela. Y un gran drama explotó, porque a la chica le pareció que la estaba presionando (¡te dije que sólo primera base!) y ya no se sintió cómoda a pesar de que yo no intentaba nada más. No se sintió cómoda nunca más, de hecho, no volvimos a vernos a solas y todo eso se acabó unas semanas después.
AGORAFILIA DE OCASIÓN
¿Qué pasa cuando las anteriores situaciones se presentan no en un contexto de pareja, sino en un foro público? Imaginen un concierto de bandas mexicanas horribles (DLD, Zoé y basura como esa) organizado por una cervecera. Imaginen desdeñar esa música para aplicarse en una buena sesión de frenching sobre una mantita de picnic cerca del kiosko de las cervezas. Todo bien hasta que a la chica se le ocurre que quiere otra cerveza y se levanta por ella. Pero en el kiosko no tienen cambio de su billete de $500. Te pide que le prestes algo de menor denominación, pero el frenching estuvo muy bueno y tú traes pantalones chinos de la gabardina más traicionera. Los seis metros de distancia hasta el kiosko se ven como dos kilómetros. En una fracción de segundo piensas en varias formas antinaturales de andar para disimular tu erección, porque por más bonita y firme que sea, nadie te va a felicitar por ella, sino todo lo contrario. En esa ocasión la chica entendió mis titubeos y rápidamente se acercó para que pudiera prestarle un billete más chico sin necesidad de levantarme.
Y para contrapuntear… Una chica con la que salía me llevo a comer con sus padres por su cumpleaños. Todo bien. Ya había mucha intimidad entre ella y yo. Teníamos algunos juegos. A veces me acariciaba la pierna de forma sugerente en lugares públicos. Esa fue una de esas veces. Todo bien. Pero sus padres recibieron una llamada de unos amigos que los esperaban ya en otro lugar. Tenían que partir con urgencia. Más urgencia de la que puede entender mi pene. Todo, todo mal. Tuve que despedirme del padre de la chica con un abrazo raro en el que yo sacaba el trasero como Cantinflas cuando bailaba. Pero fue uno de esos distantes abrazos de hombre, con palmadas y todo, así que disimulé con éxito. Su madre fue más… Cariñosa. Sé que lo notó. Era una buena, consistente y nerviosa erección. Lo notó y me sonrojé. Uno de los momentos más incómodos de mi vida. Nunca se habló al respecto, pero la madre de esa chica y yo lo sabemos.
LA TIERRA DE NADIE
¿Han notado cómo en las películas hay procesos de la vida diaria que nunca podemos ver? Nunca vemos a alguien colocando un CD en el estéreo (bueno, cuando existían), no los vemos batallar para descorchar una botella de vino. Ese tipo de cosas. En las películas las erecciones son muy prácticas. Ocurren cuando se necesitan, cuando las sábanas ya cubren glamorosamente esa grotesca tumefacción. En las películas nadie camina alrededor de la cama como un idiota con una erección.
¿Dónde están los preservativos? La sesión se interrumpe y yo corro como el pájaro aracuán de Disney buscando condones en mi cuarto. No hay dignidad en eso. Ha habido situaciones similares y por más calmado que he conseguido estar, siempre pienso que me veo como Goofy y que en cualquier momento romperé algo de la manera más estúpida, que aparecerá Ashton Kutcher para revelar que se trata de un episodio de Punk’d, o que simplemente la chica dirá “disculpa, te vi desde un ángulo muy raro, desde una luz que no te favorecía y creo que debo irme a mi casa y bloggear al respecto”.
Esta situación se puede evitar fácilmente al inicio de la sesión, pero después, cuando vas al baño o algo así no lo puedes evitar y tampoco quieres ese square estirado y apenado que necesita ponerse ropa interior para alejarse de la cama. Es un dilema, les digo.
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Cuando pasas la noche con una chica normalmente se trata de algo especial. No digo que sea una historia de amor, pero creo que implica un grado de intimidad mayor a sólo un acostón. Primera dosis de paranoia: cómo acomodarse. Si es la primera vez, es complicado saber qué nivel de contacto es prudente tener en el layout corporal para dormir. Si te haces bola en un lado puedes proyectar rechazo, si procuras abrazarla y estar muy cerca puede ser incómodo y tal vez es un gesto más “de pareja” de lo que quisieras expresar realmente. Es complicado, sobre todo si estás acostumbrado a dormir solo. Y no olvidemos a nuestro amigo Johnny McTieso. Dormir con una chica lo confunde totalmente y a veces no se percata de que es hora de ir a dormir. Eso en ocasiones me ha conseguido más sexo (score!) y en otras reproches “porque sólo pienso en eso”. Es un escenario que puede ser parecido al del escarceo ligero.
También ha sido la situación que me ha dado algunas de las noches más incómodas en la vida. Una chica con la que salí por un tiempo gustaba de dormir conmigo. Spooning. Ella se acomodaba en posición semifetal y yo sufría, ¡porque no estamos diseñados para eso! Me explico. El cuchareo implica que uno de tus brazo debe acomodarse bajo la cabeza o torso de tu pareja. Dile adiós a ese brazo, porque esa posición le cortará la circulación y morirá. Por la mañana estará engangrenado. ¿Te gusta respirar mientras duermes, no? Es cool. Y es complicado cuando el cabello de la chica se pone rebelde entre movimientos nocturnos y acaba envolviendo tu cara como si se tratase de una película japonesa de terror. Ojalá que esto te pase en verano, porque si es invierno y hace frío la chica te dejará sin cobijas. Entonces, estás allí con un brazo muerto, ahogado en cabello, torcido, y congelado. Pero aún tienes pene y éste comporta como un cretino en los momentos menos adecuados y quiere seguir el juego. El leve y ocasional rozón con los glúteos de la chica, propio del cuchareo, hará que la erección se quede a medias durante horas. Si logras dormir algo despertarás lleno de odio por el mundo con dolores por todo el cuerpo, especialmente dolor de priapismo (inflamación por erección demasiado prolongada) y blue balls. Pero, hey, si llegamos a este punto debe ser una chica especial. No lo eches a perder, porque aparentemente ella te comprende un poco a ti y a Mr. Stiffy.