Si me conocen, saben que estoy en contra de los roles, convencionalismos, imposiciones, preconcepciones y estereotipos sociales. Uno de ellos es la presunta hipersexualidad masculina. Ya saben, esa idea de que los hombres somos bestiales sacos de testosterona que se follarían hasta a un ente lovecraftiano con tal de satisfacer sus pulsiones intrapierniles. Muchos se escudan en ese estupidísimo mito para ser unos douchebags y ojalá que las cosas no pasaran de unas cuantas infidelidades, pero ese tipo de ideas son parte de lo que perpetúa el machismo en las relaciones interpersonales y ciertos tipos de violencia de género, además de que son base de la pésima y ridícula educación sexual que recibimos socialmente en México.
No me malentiendan, esta publicación no se trata de feminismo o anticonformismo (aunque respaldo ambas cosas), ni de condenar el exceso de sexualidad. Sex rocks. Y si puedes follar mucho, increíble, pásalo bomba. We all get really horny. Sólo estoy en contra de una nociva idea preconcebida que dicta cómo debe ser y comportarse un hombre y eso, desde luego, afecta también a las mujeres. No obstante, en el fondo del estereotipo hay una circunstancia biológica que parece detonar todo este asunto: los penes se encienden solos.
Trigger-happy, llaman los angloparlantes a una persona armada a la que le da por echar bala a la menor provocación. Se le va la sangre a la cabeza, o en este caso, al tejido cavernoso del apéndice con más apodos. El hecho de que la genitalia masculina sea externa provoca que sea muy, muy susceptible a ser estimulada físicamente. Y no sólo eso, porque esa estimulación tiene un fuerte componente psicológico y emocional. Un rozón de rodilla con alguien que te gusta o un mero pensamiento pueden ser suficientes. A los hombres nos echa a andar cualquier cosa y eso nos lleva a pasar por algunas situaciones complicadas en las que no tenemos una jodida idea de cómo comportarnos y en muchos casos nuestras parejas no nos han ofrecido la retroalimentación para saber cómo afrontar esos incómodos momentos de firmeza involuntaria. Expongo a continuación algunos de ellos e invito a quienes lean esto a que comenten qué opinan, qué otros escenarios hay y qué se les ocurre para ayudarnos a superar esos episodios con cierto grado de decoro y con ello fundar las bases de la etiqueta eréctil.

VIS A VIS
Antes de iniciar una relación lo más común es que haya un periodo de conversación y flirteo. Ya saben, donde ocurren las interacciones cotidianas en las que surge la presunta química. A veces esto prospera, a veces no. A veces hay una obvia tensión sexual, a veces sólo es deseo unilateral. Y a veces con eso basta para que el sr. Troncoso haga su aparición. Sólo ver y escuchar a esa persona que te gusta puede ser suficiente para que tu sistema endócrino mande las señales para que todo entre en marcha… Y hasta allí, porque esas cosas pasan en un café, restaurante, en la escuela y en los lugares menos adecuados para el mambo horizontal (además, no vivimos en una producción de Wicked Pictures como para que eso sea pretexto suficiente para que ocurra el viejo mete-saca).
Todos pasamos por esto, pero a algunos nos descubren, ya sea por el avistamiento de la “tienda de campaña” o por el sutil gesto del cruce de pierna y allí comienza la paranoia. Ese leve grado de horniness se mezcla con los nervios producto de que la persona que te gusta haya visto la prematura erección que te provocó y eso, sin duda, te hará trastabillar un poco. Tal vez la persona frente a ti pensará que estás muy necesitado de acción, que sólo te interesa coger o especulará sobre las posiciones de contorsionista en que te imaginaste su cuerpo y entonces se crea un círculo vicioso de incomodidad. Si te descubren, seguro habrá un silencio y algunas traicioneras miradas de reojo, si no, eres un ninja. En cualquiera de los casos, relájate, respira lento y espera a que pase lo peor.

EL ESCARCEO LIGERO
Por ligero me refiero a no pasar de la primera base. Sólo besos, nada contacto piel con piel. Pero a Mushroom Head no le importa eso. Él se considera invitado con mucho menos. Para mí esta situación ha tenido resultados mixtos; a algunas chicas les ha parecido el pretexto perfecto para cerrar el trato y para otras ha sido una alarma que les avisa que deben escapar.
En una de esas ocasiones ni siquiera había un escarceo activo; hace muchos años en una sesión de spooning y películas mi pene decidió que Gangs of New York era muy aburrida y dijo “hola” bajo varias capas de tela. Y un gran drama explotó, porque a la chica le pareció que la estaba presionando (¡te dije que sólo primera base!) y ya no se sintió cómoda a pesar de que yo no intentaba nada más. No se sintió cómoda nunca más, de hecho, no volvimos a vernos a solas y todo eso se acabó unas semanas después.

AGORAFILIA DE OCASIÓN
¿Qué pasa cuando las anteriores situaciones se presentan no en un contexto de pareja, sino en un foro público? Imaginen un concierto de bandas mexicanas horribles (DLD, Zoé y basura como esa) organizado por una cervecera. Imaginen desdeñar esa música para aplicarse en una buena sesión de frenching sobre una mantita de picnic cerca del kiosko de las cervezas. Todo bien hasta que a la chica se le ocurre que quiere otra cerveza y se levanta por ella. Pero en el kiosko no tienen cambio de su billete de $500. Te pide que le prestes algo de menor denominación, pero el frenching estuvo muy bueno y tú traes pantalones chinos de la gabardina más traicionera. Los seis metros de distancia hasta el kiosko se ven como dos kilómetros. En una fracción de segundo piensas en varias formas antinaturales de andar para disimular tu erección, porque por más bonita y firme que sea, nadie te va a felicitar por ella, sino todo lo contrario. En esa ocasión la chica entendió mis titubeos y rápidamente se acercó para que pudiera prestarle un billete más chico sin necesidad de levantarme.
Y para contrapuntear… Una chica con la que salía me llevo a comer con sus padres por su cumpleaños. Todo bien. Ya había mucha intimidad entre ella y yo. Teníamos algunos juegos. A veces me acariciaba la pierna de forma sugerente en lugares públicos. Esa fue una de esas veces. Todo bien. Pero sus padres recibieron una llamada de unos amigos que los esperaban ya en otro lugar. Tenían que partir con urgencia. Más urgencia de la que puede entender mi pene. Todo, todo mal. Tuve que despedirme del padre de la chica con un abrazo raro en el que yo sacaba el trasero como Cantinflas cuando bailaba. Pero fue uno de esos distantes abrazos de hombre, con palmadas y todo, así que disimulé con éxito. Su madre fue más… Cariñosa. Sé que lo notó. Era una buena, consistente y nerviosa erección. Lo notó y me sonrojé. Uno de los momentos más incómodos de mi vida. Nunca se habló al respecto, pero la madre de esa chica y yo lo sabemos.

LA TIERRA DE NADIE
¿Han notado cómo en las películas hay procesos de la vida diaria que nunca podemos ver? Nunca vemos a alguien colocando un CD en el estéreo (bueno, cuando existían), no los vemos batallar para descorchar una botella de vino. Ese tipo de cosas. En las películas las erecciones son muy prácticas. Ocurren cuando se necesitan, cuando las sábanas ya cubren glamorosamente esa grotesca tumefacción. En las películas nadie camina alrededor de la cama como un idiota con una erección.
¿Dónde están los preservativos? La sesión se interrumpe y yo corro como el pájaro aracuán de Disney buscando condones en mi cuarto. No hay dignidad en eso. Ha habido situaciones similares y por más calmado que he conseguido estar, siempre pienso que me veo como Goofy y que en cualquier momento romperé algo de la manera más estúpida, que aparecerá Ashton Kutcher para revelar que se trata de un episodio de Punk’d, o que simplemente la chica dirá “disculpa, te vi desde un ángulo muy raro, desde una luz que no te favorecía y creo que debo irme a mi casa y bloggear al respecto”.
Esta situación se puede evitar fácilmente al inicio de la sesión, pero después, cuando vas al baño o algo así no lo puedes evitar y tampoco quieres ese square estirado y apenado que necesita ponerse ropa interior para alejarse de la cama. Es un dilema, les digo.

COMPARTIR EL LECHO
Cuando pasas la noche con una chica normalmente se trata de algo especial. No digo que sea una historia de amor, pero creo que implica un grado de intimidad mayor a sólo un acostón. Primera dosis de paranoia: cómo acomodarse. Si es la primera vez, es complicado saber qué nivel de contacto es prudente tener en el layout corporal para dormir. Si te haces bola en un lado puedes proyectar rechazo, si procuras abrazarla y estar muy cerca puede ser incómodo y tal vez es un gesto más “de pareja” de lo que quisieras expresar realmente. Es complicado, sobre todo si estás acostumbrado a dormir solo. Y no olvidemos a nuestro amigo Johnny McTieso. Dormir con una chica lo confunde totalmente y a veces no se percata de que es hora de ir a dormir. Eso en ocasiones me ha conseguido más sexo (score!) y en otras reproches “porque sólo pienso en eso”. Es un escenario que puede ser parecido al del escarceo ligero.
También ha sido la situación que me ha dado algunas de las noches más incómodas en la vida. Una chica con la que salí por un tiempo gustaba de dormir conmigo. Spooning. Ella se acomodaba en posición semifetal y yo sufría, ¡porque no estamos diseñados para eso! Me explico. El cuchareo implica que uno de tus brazo debe acomodarse bajo la cabeza o torso de tu pareja. Dile adiós a ese brazo, porque esa posición le cortará la circulación y morirá. Por la mañana estará engangrenado. ¿Te gusta respirar mientras duermes, no? Es cool. Y es complicado cuando el cabello de la chica se pone rebelde entre movimientos nocturnos y acaba envolviendo tu cara como si se tratase de una película japonesa de terror. Ojalá que esto te pase en verano, porque si es invierno y hace frío la chica te dejará sin cobijas. Entonces, estás allí con un brazo muerto, ahogado en cabello, torcido, y congelado. Pero aún tienes pene y éste comporta como un cretino en los momentos menos adecuados y quiere seguir el juego. El leve y ocasional rozón con los glúteos de la chica, propio del cuchareo, hará que la erección se quede a medias durante horas. Si logras dormir algo despertarás lleno de odio por el mundo con dolores por todo el cuerpo, especialmente dolor de priapismo (inflamación por erección demasiado prolongada) y blue balls. Pero, hey, si llegamos a este punto debe ser una chica especial. No lo eches a perder, porque aparentemente ella te comprende un poco a ti y a Mr. Stiffy.