Mis proyectos personales no profesionales se caracterizan por la inconstancia. Ya saben. Escribir, los podcasts, las cuentas raritas de Instagram que he hecho… Puf. El tiempo, la vida, los ánimos… A veces no me alcanzan para hacer todo lo que quiero o para hacerlo con la frecuencia que me gustaría. Y es que eso es ser adulto; se trata de administrar el balance entre sacrificios y placeres. Es allí que para mí la música siempre tiene más peso y gasta más pesos.
Puedo privarme de mis otras (muchas y demandantes) aficiones, pero no de comprar un suave vinilito nuevo. Puedo irme a dormir sin cenar, más nunca sin darle play a una canción para despedir el día. Cuando he dicho que la música es lo más importante en mi vida, you better believe it. La música es primero y luego todo lo demás. Y es por eso que esta playlist no falla. Durante doscientas semanas les he compartido mis descubrimientos semanales. No hay algoritmo, sólo entusiasmo, trabajo y amor por la música, por descubrir nuevas canciones que me llenaron el oído y las entrañas. Son 200 rebanadas de un presente que ya no lo es. Son las canciones que me han dicho algo, aunque haya sido sólo por un momento, durante los últimos, casi, cuatro años.
En fin. Van 200 semanas de esto y serán muchas más; mientras tenga oídos para escuchar y manos para publicar, música fresca no les faltará. Y realmente me alegra que este hito me llegue en una gran semana, colmada de canciones jodidamente emocionantes y diversas.
Denle al play and play it louder.
Top picks: la consentida Wolf Alice, Cheval Sombre, Adrian Younge, Plankton Wat, Menahan Street Band, Altin Gün y Brijean.